El ser humano, gracias a su maravillosa capacidad de adaptación, aprendió a reconocer los ciclos de los frutos y productos que consumía, permitiéndose salir lentamente de la trashumancia al nomadismo y a un sedentarismo por el cual una población se establece de forma parcial -en un comienzo- pero con el paso de los años llega a definitiva en un espacio que considera propio; esto fue posible gracias al descubrimiento de la agricultura a finales de la última glaciación. Del nomadismo al sedentarismo hay casi dos millones de años según nos relata la historia.
En los últimos diez mil años el ser humano ha aprendido a vivir en un espacio agrupandose en pueblos y luego en ciudades. Este magnífico hallazgo ha generado unos saltos en la historia de la humanidad que nos permiten disfrutar lo que tenemos hoy en día: un mundo cómodo, fácil de vivir, con especialidades, salubridad, altos desarrollos tecnológicos y con un sistema económico que permite que algunos sin hacer nada, puedan recibir todos los lujos y comodidades por el simple hecho de tener dinero.
Estamos en este siglo XXI, disfrutrando de un mundo en el que hace apenas diez mil años sobrevivíamos en él.
Este gran, gran salto del ser humano que necesita de la tierra para sobrevivir, requiere que empiece a conquistar espacios para aprovechamiento de los recursos. Y también ha llevado a un proceso de destrucción del ecosistema que necesita vivir.
Gran contradicción. Estamos destruyendo el espacio que requerimos para sobrevivir.
Tala indiscriminada de bosques, contaminación del agua, grandes emisiones de todo tipo de gases a la atmósfera, ruido sin precedentes, desperdicios químicos y deshechos nucleares; pero no nos basta y nos hemos ido un poco más lejos arrojando chatarra espacial que gira en grandes cantidades alrededor de la tierra.
El progreso es fundamental y necesario. Si el ser humano se conformara con lo que es y tiene, estaríamos recogiendo fruticas por las mañanas y cazando en el día para poder sobrevivir en unos pequeños clanes; pero no es posible destruir todo a nuestro paso en procura de una vida más cómoda. El ser humano y el planeta somos un sólo sistema en el que no hay mutua dependencia, pues el planeta se basta a sí mismo. Pareciera ser una consigna de nuestra "civilización" que ya que el planeta puede sobrevivir sin nosotros, que mire a ver cómo se las arregla con nosotros.
De esta destrucción del globo hay mucho que hablar. Pero simplemente una idea: estamos destruyendo lo que necesitamos para sobrevivir.
¿Qué sigue? Acción-reacción. El ser humano destruye, genera calor, contaminación y sigue la lista interminable de acciones en contra de nuestro entorno vital y el planeta responde porque busca el equilibrio. No es que el planeta tierra se esté desquitando de los humanos, solo busca nivelarse y posiblemente siga el tema de ¿estamos preparados para una glaciación? Seguramente la vida del ser humano continúe -soy optimista al respecto-, pero es cierto que con ese sistema de aprovechamiento de los recursos, no será sino otra preparación para una glaciación adelantada.
Algunas veces pienso, con mentalidad cómoda y facilista, que tal vez sea mejor una guerra atómica que destruya el planeta para acelerar solo unos años el fatídico fin de esta historia.
Sin embargo las cosas buenas cuestan.
Y para un mundo mejor, ¿qué alternativas tenemos?
Considero al igual que otros muchos, que hemos llegado a un punto sin retorno donde los daños que hemos ocasionado al planeta son irreversibles. Pero también opino que este hecho debe llevarnos a hacer propuestas y levantar acciones para mejorar el entorno. En lugar de decir "ya no hay nada que hacer, acabemos con todo", debemos hacer algo por este planeta que durante miles de años nos ha dado alojamiento -que finalmente es un pensamiento egoista pues el beneficio será para nosotros mismos-.
Debemos actuar en la parte de reforestación y debe ser una reforestación agresiva no comercial, caminar en la medida de lo posible o utilizar medios de transporte sin contaminación -bicicletas, vehículos eléctricos o solares, evitar arrojar aguas contaminadas a los torrentes que son a la vez medio de subsistencia de otros, en resumidas cuentas: dejar de pensar solo en el lucro acelerado y en el dinero. El agua que se contamina se puede limpiar, con ciertos costos económicos pero con inmensos beneficios planetarios. El árbol podado puede ser reemplazado por otros dos, con ciertos costos pero con inmensos beneficios planetarios. Todo no puede ser dinero ni ganancias.
Claro que tenemos otra salida para la crisis que presenta el planeta:
mejorar el transporte espacial y buscar otro planeta que podamos destruir en menos de diez mil años.